El ícono de Hollywood y la filósofa feminista accidental Jennifer Aniston dijo: "He dado a luz muchas cosas y siento que he sido madre de muchas cosas, y no creo que sea justo presionar a las personas". A medida que continúa la loca obsesión social con el matrimonio oportuno y los relojes biológicos en marcha, nada suena más fuerte que estas palabras.
Para un extraño promedio, una chica soltera de veintitantos años, parezco una mujer a punto de perder el barco. Y el pánico es palpable.
Pero, ¿y si obtengo mis patadas maternales de la vida tal como la conozco? ¿Qué pasa si mis químicos cerebrales brotan a borbotones al ver a mi gato durmiendo en el hueco de mi estómago? ¿Qué pasa si sufro las mismas punzadas de culpa que toda madre trabajadora cuando llego tarde a casa del trabajo y ella me lanza una mirada atontada de desaprobación? ¿Qué pasa si yo también me he quedado despierto toda la noche cuidando a un cachorro enfermo para que recupere la salud, limpiando su vómito y acunando su cuerpecito febril? ¿Qué pasa si me siento tan orgulloso del árbol de mango que cuidé con mis propias manos como se siente una madre al ver a su hijo actuar en el escenario? ¿Qué pasa si me doy cuenta de que no necesito dar a luz para ser madre?
Luego está la gran pregunta: ¿qué pasa con las mujeres que no quieren ser madres? Los que miran a los bebés que lloran en las salas de cine y dicen: "No, no me voy a hacer eso". ¿No tienen derecho a una elección como esa? ¿No pueden esperar hacer sus compras de comestibles sin ser abordados por la amigable brigada de tías del vecindario exigiendo una explicación por sus elecciones de vida supuestamente poco convencionales?
¿Cómo y cuándo pueden decirle a sus familias abiertamente preocupadas, a sus amigas blogueras mamás, a la crítica asistente del ginecólogo y a extraños bien intencionados que no es de su incumbencia? Si una mujer no puede tener un hijo, no quiere uno o piensa que los pañales son un gasto inútil, no está abierto a debate.
Como dice Dame Helen Mirren: “Ninguna mujer debería tener que explicar su falta de hijos. Simplemente, no es asunto de nadie más”.
La vieja narrativa de que el parto hace que la vida de una mujer sea completa se está dando vuelta lentamente. La idea de que las mujeres pueden encontrar su felicidad, plenitud y satisfacción en algo que no sea la risa, el balbuceo y el gorgoteo de un bebé está llegando lentamente a casa.
Y si bien es optimista esperar que la sociedad se vuelva progresista de la noche a la mañana, espero que en los tiempos venideros nuestros amigos nos organicen baby showers cuando decidamos traer un cachorro a casa.